¿Y AHORA QUÉ?
Un pequeño ensayo de los escenarios posibles ante la eventual denegatoria de la propuesta de adelanto de elecciones planteada por el Presidente Vizcarra
Ante la previsible decisión de archivar el proyecto de ley de adelanto de elecciones, ¿Qué podría hacer el Presidente Vizcarra al respecto?
En el horizonte veo hasta 5 posibilidades:
1. La favorita de muchos: Plantear la cuestión de confianza por el proyecto antes de que se vote y, en caso de ser rechazada, que se disuelva el Congreso.
Lo veo altamente improbable. El tiempo le queda muy corto. Pero, sobre todo, la constitucionalidad de la propuesta es altamente cuestionable (en función a una interpretación sistémica de la Constitución Política de 1993, en particular de su artículo 206) y no goza del respaldo mayoritario de las Fuerzas Armadas ante el eventual caso de necesitar hacer uso de la fuerza para proceder con la medida.
2. Ante los hechos consumados, presentar su renuncia con el discurso de “hice todo lo posible, pero el Congreso no apoyó mi propuesta de solución a la crisis”, dejando en el cargo a la Vicepresidenta y esperando (o “rogando”) que la crisis se acentúe ante la posibilidad que Araoz no pueda llegar a acuerdos con la oposición y se generen más protestas sociales.
Tampoco veo posible dicho camino. Vizcarra ha buscado acortar su mandato, no por una real intención de solucionar la crisis, sino para guardar un capital político para una próxima postulación a la presidencia (esta vez con equipo propio y mejor preparado para gobernar).
En dicha perspectiva, para Vizcarra la renuncia significaría una derrota, pues eso fue lo que le sugirieron desde el Congreso (aunque en una perspectiva de mediano plazo – pero de la que él carece- pudiera resultarle favorable) y además quedaría expuesto al inicio de una guerra de denuncias penales con el inevitable levantamiento de su inmunidad por este Congreso.
3. Ante la perspectiva de tener que seguir gobernando y la necesidad de seguir buscando “culpables” a su ineficiencia como Ejecutivo (al margen por supuesto de la responsabilidad que también tiene el Congreso en la crisis política), ofrecer un “presente griego” a la oposición: Plantear un gobierno de “concertación” y ofrecerle el premierato a una figura “insigne” de Fuerza Popular.
A pesar que esa fórmula llevaría a Fuerza Popular a perder en cualquier caso (Si no aceptan puede aplicarse el discurso “ya ven, les ofrecí participar de la solución de la crisis y viabilizar un gobierno, pero FP no ha querido aceptar y sigue de espaldas al pueblo”. Y si aceptan, la imposibilidad de grandes reformas en el tiempo que queda y el natural desgaste que implica “gobernar” también los terminaría afectando), no veo en el Presidente “visión” para ello. Además, su adicción a las encuestas, su visión de corto plazo y su temor a las protestas sociales tampoco parecen abonar hacia una decisión de ese tipo.
4. Con la sangre en el ojo por el rechazo de su propuesta, intentar una la disolución del Congreso presentando una cuestión de confianza que no arroje discusión alguna y que lleve a la oposición a una “inevitable” denegatoria que habilite al Presidente a una disolución perfectamente legal.
¿Cuál podría ser ese supuesto?, por ejemplo, pedir la confianza ante un nuevo gabinete con un Premier que obligue a Fuerza Popular a negársela, como sería el caso de nombrar al ex ministro Saavedra por citar un nombre.
El problema de esta medida, es que no tiene la seguridad que Fuerza Popular sea coherente con su discurso y termine otorgándole la confianza al Premier de turno (¡hasta a Saavedra!). Por otro lado, una vez enterada la población que la medida se traduciría en una elección para Congresistas que solo estarán poco más de un año en el cargo y que luego tendremos que ir a otra elección para elegirlos por los 5 años “regulares”, podría terminar no siendo del agrado y respaldo de esta.
5. Que asuma que no hay otra opción que seguir en el cargo hasta el 2021 y decida entonces seguir en el mismo esquema de enfrentamiento con el Legislativo (enfrentamiento azuzado por ambas partes), esperando que no se le acabe el “crédito” y siga instalado en el imaginario popular que el "culpable de todo" es el Congreso.
Como se han venido manejando las cosas hasta el momento, esta parecería ser la opción más probable. En tal caso, solo cabría esperar que nuevo argumento buscaría el Presidente para “pechar” al Congreso en búsqueda de mantener su popularidad, a pesar que dicha estratagema cada vez parece darle menos réditos y parece estar agotándose como recurso (recuerden la fábula de Pedro y el Lobo).
Lamentablemente, no veo por el momento el surgimiento de posibilidades más optimistas ante esta situación. ¿Las ve usted, amigo lector?