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SER Y PARECER

Publicado: 2020-01-21


Lo acontecido con Julio Guzmán (el aparente caso de infidelidad puesto al descubierto por el incidente del incendio en el departamento de su colaboradora) obliga a plantearse una pregunta:

¿Se trata de un asunto de interés publico o privado?

Muchos sostendrán–sobre todo el mismo Guzmán- que los aspectos de la vida privada no tendrían por qué conocerse. Que son aspectos propios de la intimidad de las personas, que deben quedar allí, al margen del escrutinio público.

Otros, sin embargo, consideraran que el comportamiento personal de un personaje “público”, en especial vinculado al ámbito político, por la relevancia del mismo personaje (su posibilidad de llegar a tener responsabilidad en algún ámbito de decisión de los asuntos del gobierno de una comunidad) constituye un tema de interés público que exige su escrutinio y revelación.

Lo cierto es que la realidad nos demuestra que si una persona, por su trabajo, su función o sus intereses desea ser notoria, pública, ella misma sabe que, de alguna manera, está renunciando a esa privacidad, a esa intimidad. 

Los medios de comunicación nos han demostrado largamente a través de la historia que esta “renuncia a la privacidad” es tácitamente asumida para tratar no solamente a los artistas (en muchos casos interesados en “vender” su intimidad por razones promocionales), sino a cualquier personaje público de nuestra sociedad.

Pero mas allá de la discusión respecto a la razonabilidad de una u otra postura sobre el tema, creo que los recientes sucesos deben llevarnos a hacernos una pregunta que, creo, tiene plena validez en el contexto del personaje involucrado:

¿Es posible ser deshonesto en el ámbito privado y honesto en el ámbito público?

Sinceramente, creo que es muy difícil, sino imposible.

Aterricemos la pregunta un poquito más, tomando el “caso Guzmán” como ejemplo, para concluir que la respuesta a ella si debe interesarnos:

¿Es posible que un político que engaña a su esposa, con quien tiene una relación de años de convivencia y cercanía; con quien ha generado un vínculo afectivo, tenga un comportamiento diferente con ciudadanos que no conoce. Una masa con la que su mayor vínculo es el que se genera a través de spots y, con mucha suerte, una visita para pedirles el voto que lo torne, en buena cuenta, en el poseedor de una “cuota de poder” para decidir nuestros destinos?

Honestamente, No veo cual sería el aliciente para dicha dualidad de comportamiento (deshonestidad privada y honestidad pública)

Ojo, con esta reflexión no pretendo llevar las cosas a un extremo de puritanismo que tampoco comparto. Quiero dejar en claro que, para mí, todos podemos cometer errores. Es parte de nuestra condición humana. Pero una cosa es un error y otra un comportamiento recurrente, una manera de ser, un vicio: la mentira.

¿Cómo saber entonces si se está ante un caso u otro?, ¿Qué debería hacer en caso de duda?.

En lo que a mí concierne, tratándose de un asunto “público” por naturaleza como es la política, no tengo por qué, ni puedo darme el lujo de darle el beneficio de la duda a nadie.

No lo hago por una “pose” moralista, sino porque preciso estar “convencido” de la madera de la que está hecho quien aspira a ser gobernante.

Parafraseando a otro Julio, el histórico gran emperador romano Julio César: “No solo hay que ser sino parecer”

Escrito por

Zoon Politikón

Por Ricardo Lituma Muñoz. Abogado, idealista (¿o iluso?) creyente de las posibilidades de adecentar la política y el servicio público.


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