PROYECCIONES ELECTORALES Y VOTO CRUZADO: ¿ES UN VOTO RESPONSABLE?
Reflexiones en torno a su impacto en la gobernabilidad en el país
Al momento de escribir estas líneas, se habían divulgado ya las últimas encuestas pasibles de ser hechas de conocimiento en el Perú previas a las próximas elecciones generales del país.
Han sido varias las encuestadoras que anunciaron sus resultados en la última semana, como varios los resultados apreciados en ella. Lo curioso es que las cifras arrojadas por estas son disímiles; no hay coincidencia en la ubicación de los dos primeros lugares, aunque son más homogéneas en cuanto a los integrantes de un primer sexteto de aspirantes con alguna posibilidad de llegar a la ansiada segunda vuelta.
En tal contexto, no podemos hablar con mucha rigurosidad sobre las cifras en la preferencia electoral de los candidatos presidenciales, pero si podemos hablar de tendencias en las mismas.
Así pues, de la revisión de las diferentes encuestas publicadas podemos observar lo siguiente respecto de los principales candidatos:
Yhony Lescano: Venía en constante crecida hasta marzo. Mes en el cual empezó a observarse un estancamiento y posteriormente un descenso de regular intensidad en sus preferencias. Aunque una de las principales encuestadoras aun lo ubica en el primer lugar, para los otras dos y el resto ya habría cedido esa ubicación a otro candidato. Sea cual fuere su ubicación real, la tendencia parecería indicar que seguirá bajando.
Hernando De Soto: Viene en línea ascendente y a ritmo sostenido. Es el candidato con el mayor porcentaje de crecimiento en el último tramo. Para algunas encuestadoras está en un empate técnico en el primer lugar o claramente ubicado en el segundo. La tendencia parece indicar que podría seguir subiendo.
Keiko Fujimori: Oscilando entre el primero y el cuarto lugar de las preferencias. Sin embargo, las encuestadoras coinciden en que viene también en ritmo ascendente, aunque con apreciable menor intensidad que el crecimiento observado en De Soto.
Veronika Mendoza: En una de las encuestadoras figura en un empate técnico en el segundo lugar, pero en las demás se encuentra oscilando entre el 2do y el cuarto lugar. No obstante, se observa en ella una línea ascendente. Es la de mayor crecimiento proporcional después de De Soto.
Rafael López Aliaga: Tras una explosiva disparada a comienzos de marzo, parece haber encontrado su techo y empezar una caída en las preferencias electorales, encontrándose entre el tercer y sexto lugar en la intención de voto. Parece que se le va escapando la posibilidad de entrar a la segunda vuelta.
George Forsyth: Lideró por un buen tiempo la campaña, pero empezó a ceder terreno desde comienzos de este año. La tendencia a la baja se contuvo algo en el mes de febrero, pero ha vuelto a continuar, encontrándose entre el cuarto y sexto lugar de las preferencias electorales. Otro candidato que parece estar saliendo del escenario de posibles participantes en la segunda vuelta.
Pedro Castillo: La "yapa", el "tapadito". Candidato que en principio no aparecía en las encuestas y que ahora viene experimentando un interesante e importante crecimiento en la intención de voto. Se ubica entre el quinto y séptimo lugar de las preferencias. No obstante, es altamente improbable que le alcance para llegar a ubicarse entre los dos primeros.
Así las cosas, de no ocurrir hechos de importancia que alteren de manera drástica las tendencias reseñadas (“Bombas” periodísticas o torpezas y errores de campaña de los candidatos), estas apuntarían a que la segunda vuelta estará integrada por dos de los cuatro primeros candidatos nombrados.
Cualquiera que sea el resultado una cosa si está clara y definida de antemano: ninguno de los dos finalistas tendrá mayoría en el Congreso y se verá obligado a establecer alianzas y consensos en aras de alcanzar la gobernabilidad necesaria para intentar sacar adelante el país.
De hecho, es altamente probable que los candidatos que alcancen los dos primeros lugares en la votación presidencial difícilmente superarán, en conjunto, el 30% del total de votos válidos, lo cual significa que contaran con una precaria representatividad de la población.
Para mejor comprensión, tómese en cuenta que, en las pasadas elecciones del 2016, entre los dos primeros lugares alcanzaron el 60.91% de los votos válidos; mientras que en las elecciones del 2011 las dos primeras fuerzas alcanzaron el 55.25% y en las elecciones del 2006 el 54.94%
La fragilidad de partida antes mencionada se agrava más si tomamos en cuenta que, la representación parlamentaria que tendrá finalmente el vencedor de la contienda estará muy lejos de acercarse a la mayoría que necesitaría para gobernar con tranquilidad.
En el quinquenio 2006-2011, el Gobierno de Alán García que obtuvo la segunda votación congresal empezó con 36 Congresistas de un total de 7 partidos representados en un Congreso de 120 miembros, necesitando el consenso con 2 de ellos para generar gobernabilidad.
En el quinquenio 2011-2016, el gobierno de Ollanta Humala empezó con un Congreso compuesto por seis agrupaciones políticas. Su bancada contaba con 47 Congresistas de 130 posibles y si bien tampoco tenía mayoría, le basto establecer una alianza con la tercera fuerza política de entonces (Perú Posible con 21 congresistas) para lograr la gobernabilidad. Finalmente, el Congreso terminó con 9 bancadas, pero al gobierno le bastaba consensuar con 2 o máximo 3 de ellas para lograr sus fines.
En el periodo 2016-2020, el gobierno de Pedro Pablo Kuczynski no ocupó la primera votación Congresal; fue la tercera (18 congresistas frente a los 20 del Frente Amplio y 73 de Fuerza Popular). El Congreso empezó con 6 bancadas y al momento del cierre del Parlamento el 30 de abril de 2019 eran ya 12 bancadas. El Congreso Complementario empezó con 9 partidos y bancadas representadas y a la fecha suman 11 las existentes.
La escasa representación congresal del gobierno de PPK, la inexistente representación “oficial” en el Congreso bajo el gobierno de Vizcarra y la casi nula representación del Partido Morado bajo el gobierno de Sagasti nos han demostrado con hechos (censuras, vacancias, leyes anti técnicas y populistas y un cierre del Congreso de por medio), lo peligroso que puede resultar para el país tal situación.
Es entonces que vale la pena preguntarse si verdaderamente resultaría responsable realizar un voto cruzado en estas próximas elecciones. Y la respuesta que surge con meridiana claridad es un rotundo NO.
El voto cruzado se justifica en escenarios convencionales (o “ideales” si se quiere) en los cuales el Ejecutivo de turno cuenta con una mayoría congresal sólida que le permite gobernar sin necesidad de pactos con otras agrupaciones o, cuando menos, cuenta con una representación parlamentaria lo suficientemente grande para necesitar solo el apoyo de 1 ó 2 agrupaciones más para lograr la gobernabilidad deseada.
En esos casos, el voto cruzado no afecta la gobernabilidad y generalmente permite la representación de minorías con intereses específicos que merecen ser escuchadas.
Las proyecciones de todas las encuestas en el país coinciden en señalar que la representatividad de los candidatos presidenciales es escasa. Por ello las mismas proyecciones arrojan que el voto para el Congreso será muy fragmentado, al punto que hasta 12 agrupaciones políticas podrían alcanzar cupo en él.
Los candidatos presidenciales que ya perdieron el paso y los que se encuentran el rubro “otros” vienen promocionando, a través de sus militantes, el voto cruzado como el voto “responsable”; el voto que garantizaría que una bancada “seria”, como la que ellos dicen que representarían, se aseguraría de apoyar las medidas que sean convenientes para el pueblo, así como para oponerse a las inconvenientes para el mismo y fiscalizar la gestión del gobierno.
En el fondo, el pregón del "voto cruzado responsable" que venimos escuchando tiene como verdadera finalidad alcanzar el requisito mínimo de representación necesario para superar la valla electoral y subsistir como agrupación política.
Resulta lógico pensar que, en un mundo de negociaciones políticas (en el buen sentido de la palabra), en el que es necesario hacer algunas concesiones para sacar adelante los planes de gobierno del próximo Ejecutivo, es más fácil convencer y establecer alianzas o acuerdos con una o dos bancadas integrantes del Congreso que con ocho o diez de las mismas; las que obviamente tienen distintas visiones e intereses (de lo contrario no serían grupos políticos diferentes). El nivel de concesiones necesario para tal fin solo avizoraría la desnaturalización de la propuesta a conversar inicialmente, cuando no la imposibilidad material de llegar a un acuerdo final.
Y los ejemplos de lo antes mencionado los hemos visto en este quinquenio.
Por lo expuesto amigo lector, desde aquí le hago un llamado a la reflexión. Dada la coyuntura, cuando se encuentre usted frente a la mesa de votación, cuando haya decidido a quien apoyará para la presidencia, dele también su apoyo para el Parlamento. Hoy más que nunca hay que tratar que el gobierno que se instale a partir del 28 de julio, dentro de la precariedad con la que llegará, tenga la mayor representatividad posible en el Congreso.
Contribuir, desde nuestras posibilidades, a facilitar la gobernabilidad en Perú es el verdadero voto responsable.